FJ Padilla

Relatos cortos

Nahui

(el que navega al mediodía)

En paz consigo mismo, de momento, acepta tratar cuestiones atrasadas, la sinopsis en la que vive. Buscar la prosperidad con los suyos parece un anhelo lícito para la acción, no ha pretendido nada nuevo, pues todos los hombres comparten ese ideal práctico, si mal difieren en dar o prohibir el derecho a la igualdad de armas, y en la honradez que evita aprovecharse de las influencias externas a su habilidad, talento o empeño. Es verdad que puede volver, integrarse, obedecer y callar, aunque esa hebra argumental exige renunciar a sus pretensiones quiméricas, a su identidad como ser humano y a su vocación perversa de lector escriba.

portada libro

✒‍Fragmento

Irepane ha preparado un agasajo de acocotes (calabaza con aguamiel), sugiere ponerle al día (actualizar sus conocimientos), hace un repaso superficial de las lecciones atrasadas, evita los puntos controvertidos, los más abstractos o metafísicos (difíciles de comprender), repara en los vaticinios bisbiseados por un provicero que lee la geometría radiante de las piedras preciosas. Tratan sobre el advenimiento virreinal. Vendrán centauros, unas bestias fuertes, de dos cabezas y cuatro patas y torso humano, marineros con pelos en la cara, que viajan en chalupas enormes y obedecen a un gurú engolado, cuyo ojo extensible le permite acercar los objetos distantes. Traerán la enfermedad de la risa, el sarampión y la viruela, el catecismo, nos traen remedios medicamentosos, saben cegar hemorragias y fortalecer a los tísicos, mentarán a don Camilo, regalan azúcar en terrones, música alegre, coplas y artilugios vistosos, como alas de murciélago que permiten espantar la flama. En un futuro mediato, llegarán los buitres del Viejo Mundo.

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La Dama del Mediodía

B eatriz llega a la adolescencia como de un largo viaje, y encuentra la realidad mortificante. Su primer amor ya no está más a su lado, su padre putativo es insoportable, su vocación de acuarelista quizás no tenga porvenir, aunque nadie puede decir de este agua no beberé, según le comenta su hermana, o las amigas, mientras su vida parece ir a la deriva, por un mundo indiferente, más al dolor ajeno,a través de un almanaque que exige no volver la vista atrás, enterrar a los muertos y seguir hacia delante.

portada que sugiere  sofisticación femenina

✒‍Fragmento

Salustiano, como si manejara una cristalería extraordinariamente delicada, dejó reposar a la bebé y al desplegar la envoltura de lana, salió un efluvio de minúsculas primaveras que revolotearon como mariposas y se dispersaron por el ámbito del parque. Mucho después de marcharse del lago, aún se podía percibir esa fragancia intensa y limpia. Pasó un vehículo impulsado a pedales, con dos sillines y un solo ciclista que parecía ir buscado entre el pedregal de cuerpos tumbados. Un turista encendió un transistor y en ese instante el tiempo pareció cristalizarse, en el susurro al oído de una esposa embellecida por la maternidad, en el ocio intranscendente de los paseantes y el discurrir de las barcas con los remos alzados y los murmullos de las almas errantes entre la frondosidad de los cipreses...

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La Certeza del Estornudo

R edacta una declaración con la que ordenar su locura, y advertir o anunciar a quien interese que un demonio feliz anda suelto y sin un propósito distinto a subyugar a la raza humana. La fedataria ha empezado por amontonar palabras y expresiones significativas, pero simples por su falta de ilación o unidad narrativa. Así abocetó: Maldición atávica, un secreto familiar protegido por acero, adivinanzas y combinaciones numéricas, un revés emocional, adioses, un laberinto íntimo, el averno, la negociación con los demonios, la pariente orientativa y el mito secular del libro tenebroso. En suma, un semillero que esparcir por un texto paginado y tras una sinopsis conveniente, pongamos lo anterior para tal menester.

novela titulada la certeza del estornudo

✒‍Fragmento

Otra mañana atiende el negocio familiar, refresca el género con un atomizador, mientras se pregunta si será cierto que un hombre murió sin que nadie se percatara hasta varios años después. La clienta había enriquecido el suceso con una reflexión personal: Somos muchas, pero a la hora de la verdad estás más sola que la una.

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