pergaminos enrollados y atados con una cinta, transmite sensación de cosa antiguaEl Manuscrito Voynich

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Hace más de cien años, unos monjes vendieron su biblioteca para poder salir adelante y pagar las facturas acumuladas. Wilfrid Voynich adquirió un manuscrito de pergamino, sin poder entender entonces ni nunca, el idioma en que había sido hecho, ni los dibujos que ilustraban sus hojas.

El anticuario, mucho después, derrotado por la criptografía, imprimió varias copias del códice, personalmente o a través de terceros, y las distribuyó entre colegas del gremio e investigadores, con la pretensión de encontrar a alguien que lograra traducir sus contenidos.

Un siglo más tarde, la obra y sus significados permanecen ajenos al entendimiento, aunque la ciencia moderna ha permitido aclarar algunas cuestiones secundarias.

La Universidad de Arizona fija la fecha de su creación física sobre el siglo XV, entre 1404 y 1438. El espectrómetro acelerador de masas establece la antigüedad de sus hojas con una certeza matemática, excepto para las tintas usadas en el original, porque sus niveles de carbono son ínfimos o nulos.

La paleta de colores coincide con la usada en la época del Renamiento, pero este dato solo tiene un valor anecdótico y no aclara el fondo del asunto.

Conforme a la Universidad de Manchester los símbolos, agrupados en palabras y oraciones, forman unos textos asimilables a los producidos por cualquier lengua auténtica, de modo que podría tratarse de un sistema para codificar mensajes. La técnica estadística aplicada en el análisis proporciona una base para afirmar que consiste en un idioma manipulado para transmitir información secreta, pese a no allanar su significado e intencionalidad.

El profesor Marcelo Montemurro estudió la frecuencia y el agrupamiento de las palabras, y la información que aporta cada mensaje. Centrados en este concepto de entropía y palabras significativas, en "El Origen de las Especies" resaltan como más informativas: "especies", "variedades", "híbridos", "formas" y "géneros".

Los científicos aplicaron esta lógica durante el análisis, y a partir de lenguas conocidas y sus marcadores de relación entre palabras y agrupaciones de palabras, pudieron deducir la temática de ciertas partes del texto. Así,las secciones posiblemente se refieren a cuestiones farmacéuticas, astronomía, principios activos vegetales y biología.

La técnica de Montemurro cuantifica la manera óptima de agrupar términos para maximizar su valor informativo. La escala de las lenguas humanas tiene un tamaño de entre 500 y 700 palabras. El léxico de Voynich tiene unas 800. Por consiguiente, es factible que sustente un idioma no artificial.

Al menos cumple la ley de Zipf, las palabras más frecuentes aparecen el doble de veces que las segundas más repetidas, tres más que las terceras, etcétera. En contraposición, los lenguajes creados mediante artificios del ingenio, como los de Tolkien, no se ajustan a esta norma.

El pergamino contiene 240 páginas y no da pistas sobre su propósito, su significado o qué personas lo escribieron. Históricamente, está confirmado que el artilugio pasó de unas manos a otras continuamente. Durante una transacción comercial, el emperador Rodolfo II de Bohemia desembolsó centenares de ducados de oro para convertirse en un propietario célebre que registran las crónicas. El aristócrata era un hombre propenso a las novelerías y el ocultismo; un coleccionista ávido de juguetes autómatas, pianolas con el rugido del mar o recetarios protegidos por magos y alquimistas.

En la cadena de transmisiones que siguió el manuscrito, otro poseedor fue un tal Jacobus Sinapius, farmacéutico y galeno, a quien el emperador legó el libro como agradecimiento por haberle curado de una enfermedad grave. Jacobus Sinapius malgastó jornadas enteras intentando hallar la traducción de aquel idioma endiablado. Finalmente, vencido por la evidencia, dejó que el manuscrito continuase circulando entre anticuarios, bibliófilos, magnates y libreros.

Entre los traductores notables que se enfrentaron al enigma, sobresale el profesor William Newbold, quien durante la Primera Guerra Mundial pudo descifrar las comunicaciones de los espías alemanes y fue condecorado por esta labor. El desafío lo absorbió durante años con una fuerza obsesiva, de modo que acabó por perder el contacto con la realidad y murió en la locura.

Otro analista notable fue William Friedman, uno de los mejores criptógrafos del siglo XX y confundador de la National Security Agency (NSA). Entre sus logros cuenta el haber descifrado el Código Púrpura, un sistema que usaron los japoneses en la Segunda Guerra Mundial para sus comunicales navales. Pese a todo, tampoco rompió el secreto del manuscrito Voynich. La línea de trabajo seguida por el experto desechó que fuera una idioma ficticio, sino una lengua natural, manipulada mediante uno o varios algoritmos que desplazan las letras a otras posiciones dentro del libro.

En sentido contradictorio, un especialista informático de la Keele University, Gordon Rugg, pregunta quién puede escribir 200 páginas sin cometer ningún error mecánico, ninguna tachadura o lapsus. Además, en la época de su creación existía un verdadero afán coleccionista por los libros raros.

En la actualidad, la tecnología informática tampoco ha conseguido hallar el modelo de escritura utilizado en el códice, tras leerlo del derecho y del revés, y reescribirlo millones de veces con sus letras cambiadas de lugar, agotando permutaciones y asociaciones, cotejos con lenguas muertas, con el hebreo o el latín, con las lenguas orientales, aplicando la cábala y su notaricón y su temurá, o el método esteganográfico. A fin de cuentas, todo el trabajo ha sido estéril.

Más allá del ámbito académico, el contenido del libro, basado en texto e ilustraciones de botánica, astronomía y figuras humanas femeninas, sigue generando toda clase de opiniones, alguna claramente delirante o fantasiosa. Para algunas, se trata simplemente de un fraude, una estafa sin traducción posible. Para algunas, el libro tiene un valor menos vulgar, porque encierra los detalles de una ciencia grandiosa, cuyo magisterio entregaría al ser humano los secretos de la eterna juventud, la Piedra Filosofal. Resumiendo las hipótesis, opinan que es un recetario de alquimia, es un manual perdido por habitantes de otros planetas durante una incursión a la Tierra. Es un vademécum farmacológico basado en plantas y ciclos astronómicos. Contiene la técnica para crear homúnculos hembra. Una versión actualizada alude a logias herméticas, a manifiestos de los rosacruces, a la necesidad de proteger la información que en su momento tuvo el gremio de artesanos de Milán, obligados por leyes severas a guardar en secreto los métodos para la elaboración de pozoñas y la producción del vidrio.

Hay otras muchas explicaciones que en realidad no se pueden aprobar ni desmentir, por cuanto que el manuscrito Voynich continúa cerrado a la comprensión humana por un aura mitológica. A través de los siglos ha inspirado infinidad de estudios universitarios, artículos en la prensa e incluso novelas populares. En el fondo, la imaginación llena a su manera los huecos que el razonamiento no aclara; además, la ignorancia, tener un objeto inexplicable en la vitrina, parece incompatible con la civilización.

Tantos esfuerzos invertidos en la empresa, tarde o temprano encontrará la tecla correcta que pulsar, hasta entonces, puedes conseguir una copia digital del manuscrito Voynich.

autorDominio Público